miércoles, 21 de septiembre de 2022

Selección Natural

 

—...Eso es lo que Darwin denomina "selección natural". Es un proceso por el cual...

¿Pero quién podía concentrarse en la teoría de la evolución enfrente de semejantes músculos? La atención del alumnado comenzaba y terminaba en la apretada remera del profesor de biología, ya sea por deseo sexual, por envidia o por puro asombro.

Y no es que fuera algo extraordinario, porque todos los docentes, preceptores y directivos tenían cuerpos musculosos, cual más o cuál menos (mujeres incluidas) y el que no tenía músculos por lo menos era experto en algún arte marcial. Pero la fascinación que despertaba el profesor Hernández tal vez se debía a cierta contextura inusual: su cuerpo era más alto de lo común y estaba adornado por una musculatura digna de un fisicoculturista, no unos brazos prácticos pero poco marcados, sino una obra de arte maciza y proporcionada digna de ser inmortalizada en una estatua. Tal vez ese imponente aspecto fuera la causa de que conservara su puesto sin desafíos desde hacía más de dos años. Era raro ver un docente como Hernández: sin marcas ni golpes ni vendajes, circunstancia que seguramente lo volvía aún más fascinante.

El golpe en la puerta sonó cuando el profe intentaba desarrollar un ejemplo sobre la herencia genética de los perros. Inmediatamente después lo impensable atravesó la puerta: la directora acompañada de un desconocido y anunciando un reto por el cargo de Biología de 3°D.

El entusiasmo de los alumnos contrataba con la desconfianza de Hernández. Preguntó si el retador cumplía con cada requisito para el desafío, si estaba inscripto en el listado, si tenía su documentación encima, si había otro docente como testigo, por qué no podía esperar al recreo o a la salida, ya sé del cambio en el Estatuto pero me interrumpe la clase...

Alguien lo bastante malintencionado podría acusarlo de tener miedo.

Y no sería el único aterrado. Su retador (se llamaba Carlos y tenía un apellido raro, como si fuera alemán) se notaba nervioso. Era joven, tal vez recién recibido y no se veía muy musculoso. Tal vez ambos estaban igual de asustados pero Carlos no tenía unos bíceps lo bastante gruesos para esconderse tras ellos.

Finalmente llegó la preceptora para vigilar a los alumnos mientras Hernández, Carlos y la directora salían al pasillo. El profesor del aula de al lado ya estaba afuera, listo para ser el otro testigo.

Todos los alumnos se agolparon contra las ventanas mientras la directora leía el discurso previo con la monotonía de una formalidad demasiado frecuente. No sólo estaba acostumbrada a arbitrar los desafíos: aún se le notaba el ojo un poco morado y cojeaba ligeramente al caminar. Si permanecía en un cargo tan codiciado era gracias a su cinturón negro de Krav Maga y su físico imponente, el cual despertaba en los hombres mucha más envidia que deseo.

—...Sin más que agregar y en cumplimiento de todas las normativas vigentes, se da inicio a este acto. Comiencen.

Hernández permaneció quieto, en guardia. Carlos comenzó a saltar en su sitio mientras se cubría. Era desconcertante porque de la cintura para abajo permanecía en guardia de taekwondo y para arriba en guardia de boxeo. Lo más probable es que intencionalmente buscara generar esa perplejidad en el adversario. Cuando tu oponente no tiene la menor idea de tu estilo de pelea estás en ventaja. Debió aprender esa enseñanza en alguno de los múltiples cursos de capacitación docente que actualmente se centran en "Psicología del combate".

El silencio.

Antes del primer golpe hay un momento de quietud donde el tiempo se detiene. Puede durar sólo un segundo pero la tensión es insoportable, como una dominante que se prolongó demasiado. Por eso no suele tardar mucho antes de que uno de los peleadores se abalance sobre el otro, más dispuesto a descansar en la tónica del momento que a planear...

Una flor de trompada en la boca.

Carlos volvió a su extraña guardia tan rápido como la abandonó, mientras Hernández comenzaba a perder un hilo de sangre por la comisura del labio. Ahora estaba enojado. Se lanzó sobre Carlos tirando puñetazos al aire pero... ¿dónde aprendió a pelear? Tiraba golpes sin ninguna técnica, como un niño enojado. ¿Qué estuvo haciendo todo ese tiempo? ¿Leyendo libros de biología? En cambio, Carlos esquivaba los golpes ágilmente, contestando con una piña cada dos que su oponente fallaba. El nerviosismo que aparentaba antes había desaparecido por completo o acaso nunca existió y sólo temblaba por las ansias de lucha contenidas. Esa era al menos la interpretación que realizaron los alumnos mientras grababan con sus celulares y comenzaban a alentar secretamente a Carlos.

Mientras Hernández se convertía en un saco de boxeo progresivamente más iracundo y humillado, el portero apareció buscando a la directora. Le informó que en la puerta había otra retadora aspirando al cargo de Literatura de 5°B.

—Hacela pasar. Va a ser un día largo...

Cuando la retadora llegó, Carlos ya estaba combinando piñas y patadas. Pasaba del jab al ap chagi con tanta naturalidad que parecían pertenecer al mismo arte marcial. Fue entonces que empezó con las tomas de aikido, desatando la ovación del alumnado. Porque no se limitaba a inmovilizar a su adversario sino que lo proyectaba haciéndolo chocar violentamente contra las paredes o el piso. Fue especialmente celebrado un iriminage que estrelló a Hernández contra la puerta de 4°A.

El reto ya estaba decidido: más que una pelea parecía una exhibición de las técnicas de Carlos, una demostración para que todos conozcan sus habilidades y, al correrse la voz, asegurarse de que nadie quiera retarlo. Aunque Hernández ya daba lástima, nadie podía reprochar esa paliza: cada docente debe demostrar que es fuerte, ya que los retadores prefieren desafiar a los más débiles. Los profesores más viejos o con algún problema físico son el blanco más común, llegando a ser desafiados todos los días hábiles. Por suerte el estatuto permite a cada docente descansar una semana tras cada desafío, aunque puede extenderse si quedó muy golpeado. Pero aun así los débiles pierden todos sus cursos en menos de dos meses.

La situación ya era insostenible. Todos deseaban que ese trámite termine de una vez, especialmente la nueva retadora. Comenzó a quejarse con la directora, pidiéndole finalizar la pelea porque si no (entre su propio desafío y los trámites posteriores de ambos encuentros) no llegaría a tiempo de recoger a su hijo en el jardín de infantes. El propio Carlos parecía pedir basta con su jadeo y su excesiva sudoración. Aunque no daba tanta lástima como Hernández, reducido a una musculosa masa de moretones que hacía un esfuerzo cada vez mayor para no desmayarse. 

—En el día de la fecha y ante la imposibilidad del profesor titular para continuar el desafío, hace toma de posesión del cargo de Biología de 3°D el profesor Carlos... —tuvo que leer detenidamente el apellido en los papeles del aspirante, como si tuviera que crearlo ella— Carlos Maftein.

Carlos la miró con cara de "No se pronuncia así", aunque inmediatamente luego adoptó la cara de "Más sí; me chupa un huevo". Preguntó por el baño de docentes y se dirigió hacia allá con su mochila. El resto del trámite se desenvolvió con la lentitud habitual. El ex profesor de Biología terminó de aceptar su desmayo apenas acabó de hablar la directora. Se requirieron cuatro personas para arrastrarlo a la sala de profesores. Lo dejaron mal sentado en una silla, a la espera de que despierte para firmar un par de papeles, agarrar sus cosas y largarse. Cualquiera en su lugar no tendría ganas de firmar nada pero sabría que si no firma su derrota no le liquidarán el último sueldo. Cerca suyo una preceptora se quejaba de que la gente no quería trabajar y preferían hacer los desafíos en estos horarios para pasar menos tiempo en el aula. Mientras, en el aula recordaban cómo Hernández había ganado su título sin pelear, asustando a su contrincante (que, dicho sea, estaba algo viejo).

El nuevo profe salió del baño bien peinado, limpio y con otra ropa mucho más apropiada para dar clases. Llenó y firmó burocráticamente los papeles necesarios frente al fastidiado y musculoso cansancio de la secretaria.

Faltando veinte minutos para finalizar la clase, el profesor Mauftheim ingresó al aula y se presentó. Ahora parecía un poco más alto y no tan flaco como en un principio. Pidió carpetas y preguntó qué tema estaban viendo. Cuando quiso hablar sobre Darwin, sonó el timbre y los alumnos salieron atropellándose, no por el recreo en sí, sino para llegar a ver el final del otro desafío. Porque la profesora de Literatura de quinto (aunque vieja y con problemas de vesícula) era tercer dan en karate y todavía se escuchaban los golpes en el fondo del pasillo.

2 comentarios:

  1. Te recomiendo dos cuentos para que salga toda virulencia y potencia de este cuento.
    Duelo De Caballeros de Ciro Alegría
    Los Duelistas de Conrad Lorenz.
    Amplia el contexto y construye una explicacion de porque se generó parte de ese universo alterno.

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