Lo que queda de ella me saluda
con un nombre equivocado.
Ella-mueble, ella-cosa, ella-no ella
perdidamente camuflada en el sillón.
Los restos que dejó
en la apresurada fuga de su cerebro
se esfuerzan inútilmente por reconstruirla,
por reconocerme.
Lo que queda de su memoria pregunta por mi hermana
(¿realmente mi hermana? ¿Acaso mi prima?).
Rebota mi respuesta en el hueco inmenso de sus oídos.
Camino perdido en la sinapsis,
sombra difusa de su cuerpo,
¿cuán exento de pasado es su reposo?
Lo que alguna vez fue ella ya no habla:
mira al vacío y duerme.
Lo que queda en su cuerpo es el final.